jueves, 30 de enero de 2014


Sublime ,la noche asoma entre los ojos y las bocas
entre la distancia de la vida al sueño
de tu alma al cielo,
de tu corazón a mis sentidos.
¿Donde esta el derecho de esos sentimientos oprimidos?
Se esfumaron con sigilo entre los dedos del olvido..
Tan solo recito al destino,a la incertidumbre
hasta que mi última rima alumbre
en este mar de sonidos reprimidos.

miércoles, 29 de enero de 2014

El mundo es un pañuelo,
iluso me encuentro en el suelo,
fingiendo acariciar el cielo con la punta de los dedos,
quizás una ilusión de la mente,un sueño insconsciente,
cerrar los ojos,estar en paz,
para que el tiempo no escape fugaz.

Amor sabio


Si el saber y el amor van de la mano,van sin mirarse,
pues el amor es el mayor saber y hay quien ama saber mucho,
pero entre estos lazos de sabios enamorados,descubría el saber amar,
la más importante de las maestrías.

Un gran éxito



Una sala. Muchos asientos. Un silencio. Ella en el centro; seria, concentrada, ensimismada. Él de pie, junto al resto, sonríe, guiña un ojo, vigila. De fondo una melodía, “someone like you” –bien escogida- piensa él. Todos atentos a la música, solo uno al padre, el mismo que redacta conmovido lo que usted lee. La impotencia, la tristeza y el dolor del que ama se apodera rápidamente de la sala a través de la  melodía y la armonía con la que ella maneja el violín provoca la pasión del resto. El sigue de pie, sonriente, orgulloso, se siente realizado. La errónea elección de una tecla del piano por parte de su compañera crea por un momento una desconexión, la vuelta a la realidad y una falta de concentración. La virtuosa siente miedo al ridículo y sin quererlo le manda una instintiva mirada a él, la persona que más le quiere. Él sonríe y le asiente con la cabeza. En ese momento ella aparta la mirada y comprende su  mayor éxito, que se escapa a los fugaces aplausos del público al acabar la composición. De este modo ella comprende que lo ha conseguido.


ACE

Por su musa, el primero

¡Qué dicha la del escritor si desnudar sus emociones consiguiera!
¡Qué dicha la del escritor si su pluma bailara al son de una orquesta!
¡Qué dicha la del escritor si el mundo comprendiera!

¡Ay si el escritor pudiera! Fundir en su cuaderno las palabras, como el fundir de dos labios en un beso.
¡Ay si al mirarme perdieras, la noción del tiempo!
¡Ay si tu corazón  palpitara al son de este texto!

¿Podrían mis manos desnudar sin tocar, la piel de tu cuerpo?
¿Podría mi mente abrir sin tocar, tus ojos ciegos?
¿Podrían mis palabras recorrer la distancia, de tu alma al cielo?
¿Podría responder yo? Puedo.

Lustros emplearía en conseguir en tu corazón anhelo, iluso sería pero soñar puedo.
Décadas me pasaría moldeando tu cabello, haciendo de cada pelo una rima, de  nuestra vida un paseo.
Siglos te amaría, y si gloria alcanzara, seguirías siendo mi musa y yo tu reo.
¿Qué palabra emplearías para describir tal sentimiento?
El de que un escritor muera, por su musa el primero.





ACE 

Yo era

Yo era y, no por ser, algo fuera, ni por haber sido, ahora soy, ni por yo amar lo hizo ella.

La vida es un yo soy, un yahveh, que por querer no fue querido, que por ser nadie le cree.

Ella amó pero nunca lo supo, y si el saber y el amor no se quieren, por lo menos que no se hieran.

Había algo que no era, pero por estar desordena, haciendo de la vida un triste reloj de arena.


Hoy, amargamente sonrío y mi alma no es en pena, sabiendo que yo y ella en la vida no fuimos por el caprichoso querer de aquel reloj de arena.

ACE

Aquel día

Sobre una bonita cima alcé mi bandera. Desde ella, veía el paisaje más precioso del mundo. Desde ella admiraba águilas confundidas que a fuerza de alcanzar a su presa olvidaban sus entretenidas tareas. Desde ella, veía hombres fumar buscando su rostro en las estrellas. Desde ella veía niños huir del tiempo persiguiéndolas a ellas. Desde ella veía al sacerdote del pueblo encontrando a su Dios acostado a su vera. Desde ella veía los besos de aquella pareja.

Un día, se derrumbó aquella cima quedando mi bandera tendida. Y aún confiado la posé sobre la que era ahora de aquella montaña la cima. Desde ella, veía a esa misma águila hacer lo que antes no veía, tras atrapar a su presa al sacerdote acudía. Y no era otro su deseo que hacerle compañía.
Desde ella, veía a esos mismos niños huir de las chicas, pero al llegar a la plaza sin temor se volvían. No para hacerles daño sería, pues sus labios se aproximaban a los de ellas, con una más que aceptable correspondencia. Desde ella veía a aquellos hombres fumando aspirando sus deseos, expulsando sus obstáculos. Pero al apagar su cigarro apagaban su vida.

De nuevo, cayó la cima que tan fiable parecía. Y con desconfío estanqué de nuevo mi bandera. En ese lugar no había disposición de visualizar un entrañable paisaje, pero a la vez había las más infinitas y aterrantes vistas. Pues, tan solo veía una vida como si de un fracaso se tratase, tan solo veía ideas que no hacían compañía, tan solo veía mi rostro de una forma que jamás imaginaría. Pensé en acabar con mi vida pero de nuevo cayó la cima.

Me encontraba en el mismo suelo que pisaban aquellas parejas y aquel sacerdote, ese mismo suelo donde fumaban aquellos melancólicos hombres, y en ese mismo suelo no hubo bandera. ¿Y qué compañía tendría sin ella? La de escribir en un cuaderno lo que un día veía.


¿Por qué lo que vi en aquella primera cima era todo mentira? ¿Por qué el saber destruyó mi bandera? Si ya no me hace compañía ni la soledad si quiera y mis textos no logran ver lo que yo viera. Aquel día.
 
ACE